Amal pudo ver ayer a su único hijo. Amr, doce años, la visitó en la fábrica textil donde trabaja y donde lleva desde el 21 de abril en huelga, encerrada con más de un centenar de compañeros. Su alegría era tan evidente que no paraba de abrazarlo y besarlo en todo el rato. Um Heba, la madre de Heba, en cambio, lloraba de nostalgia. Hace un mes que no ve a su hija y la separación y las duras condiciones en las que se desarrolla la protesta se le están haciendo insoportables. Tampoco lo tiene fácil Nermine, que se casó tres días antes del encierro, aunque ella lo explicaba sonriendo entre las bromas jocosas de sus amigas. Adiós luna de miel.
Amal, Um Heba y Nermine trabajan en la empresa Mansoura-España Garments, llamada así porque fue fundada en 1985 con capital español, aunque ahora la propiedad es egipcia. Está situada en Talkha, en el delta del Nilo, a unas dos horas y media en coche desde El Cairo. Confeccionan camisetas y prendas para niños en una gran nave industrial, llena de largas hileras de máquinas de coser. Sólo una tercera parte de los empleados, 289 en total, son hombres, y sólo cuatro gatos -entre los cuales Abu Heba- están con los huelguistas, unos 150. La gran mayoría, abrumadora, son mujeres, de edades que oscilan entre los 20 y los 50.
El bloguer y periodista Hossam al-Hamalawi ha estado siguiendo el conflicto así como otras huelgas y luchas laborales -ya son muchas- que han estallado en Egipto en los últimos meses. En el caso de Mansoura-España, los trabajadores reivindican el sueldo impagado de febrero, así como los atrasos que les deben desde hace 15 años. Los salarios son tan irrisorios que ni siquiere pueden calificarse de bajos. Son sencillamente indignos: la mayoría cobra unas 150 libras egipcias al mes, lo que al cambio no llega ni a 20 euros. ("¿Cómo podemos comer con esto?"). La empresa paga las horas extras -forzosas- a 20 piastras (unas seis pesetas!). Como recordaba ayer Hamalawy, los trabajadores gastan gran parte de ese importe en transporte y comidas. ¿Qué les queda para llevarse a casa?
Hamalawi ha ido ya en varias ocasiones a Mansoura, para informar y para ayudar, acompañado de otros periodistas y activistas de derechos humanos, como fue ayer el caso de la psiquiatra Aida Seif el Dawla, del Nadim Center para la Rehabilitación de las Víctimas de la Violencia, que aprovechó el viaje de solidaridad para chequear la salud de las trabajoras. "No están nada bien. Hay infecciones, diarrea y un par de casos de tifus. Éstán mal alimentadas, les duele la espalda y están exhaustas", explicaba después.
No es extraño. Sabrina, cuarenta años, tres hijos, me enseñó donde dormían, directamente en el suelo o protegidas sobre cartones en algunos rincones.
Se me hace tarde. Lo cuento más tarde.
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