Hoy se cumplen dos décadas del golpe de estado que llevó a Zine al Abidine Ben Ali a la presidencia de Túnez.
Para "conmemorar" el aniversario, Reporteros Sin Fronteras ha públicado un comunicado en el que repasa el estado de la libertad de prensa en el país, y Amnistía Internacional otro en el que hace balance de la situación de los derechos humanos. HRinfo, por su parte, ha presentado en El Cairo un informe en el que analiza la maquinaria de propaganda del régimen de Ben Ali y, concretamente, la publicación de artículos pagados en la prensa egipcia. Time magazine revisa en el reportaje, "el precio de la prosperidad", el éxito económico del país y el estancamiento de las reformas políticas.
No hay quizá ningún otro governante árabe que haya vendido tan bien al exterior la imagen de su régimen (estable), y de su país (paraíso turístico) como el presidente tunecido. Aunque los resultados electorales -con sus más de 90% a favor de Ben Ali- no engañan a nadie, como no se pueden ignorar las denuncias frecuentes de las ONG locales e internacionales de DDHH, Ben Ali cuenta con el apoyo de los países europeos gracias a que se le considera un baluarte contra el integrismo en el norte de África. A los turistas, impresiona favorablemente también que en las calles del país no haya mujeres veladas (ergo, es un país moderno y liberal).
El régimen tunecino está considerado como una de los mayores represores de la libertad de prensa e Internet en el mundo árabe (y en general). Conocí este verano a Sihem Bensedrine, periodista tunecina y activista de DDHH... lo que cuenta es para poner los pelos de punta. "Túnez es una gran prisión", me contó, tras explicarme las enormes dificultades con las que ella y sus colegas viven y trabajan en el país.
Uno de los casos más conocidos es el de Mohamed Abbou, el abogado y disidente tunecino liberado en julio pasado tras pasar más de dos años entre rejas por escribir online sobre la tortura en las prisiones. Ayer publicó el artículo "veinte años de sufrimientos" para protestar contra el aniversario. "El régimen tunecino extiende el miedo entre sus ciudadanos para reforzar su poder. Cuando me atreví a denunciar la realidad de la situación en Túnez, rompí un tabú al denunciar los escándalos y evocar la corrupción. Fue entonces cuando el régimen decidió golpear los intereses de mi familia y perseguirla. Y me metió en prisión, para humillarme", escribe.
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