jueves, 1 de noviembre de 2007

Cibercafes bajo vigilancia

Ya sabía cuando regresé al Cairo que el ministerio del Interior había puesto los cibercafés bajo vigilancia, pero no lo había comprobado todavía personalmente. Esta tarde he estado en el que regenta A., donde solía ir a menudo cuando todavía no tenía conexión a Internet. Efectivamente, tal como había leído en septiembre en el Daily Star, tiene colgado en el cristal de la puerta un nuevo aviso: "Nuevas regulaciones del gobierno exigen que muestre su DNI cuando use Internet. Sentimos los inconvenientes que pueda causarle".

Por supuesto, A. no me ha pedido a mí el pasaporte y me ha dado como siempre un código de usuario y una contraseña para acceder al ordenador. Curiosa, le he preguntado por el asunto. No me ha contestado con tranquilidad hasta que no hemos salido a la calle. La cosa funciona así: cada vez que llega al cibercafé un desconocido, A. le entrega el código y la contraseña, que registra en su ordenador, y le pide su DNI para introducir también sus datos en el disco duro. Así, las fuerzas de seguridad pueden chequear más tarde si alguien de la lista ha accedido a sitios "ilegales". Me ha dado la sensación que aunque a A. le disgusta andar pidiendo documentos a la gente (hay clientes que se molestan), sí cree que es una medida encaminada a garantizar la seguridad del país y a luchar contra el terrorismo.

Sus instrucciones incluyen también avisar a la policía cada vez que alguien "sospechoso" se conecte a la red. Eso de "sospechoso" me ha parecido algo tan subjetivo que no he podido dejar de preguntarle qué requisitos debe cumplir alguien para despertar su desconfianza. En esa categoría, me ha dicho, entran algunos extranjeros, como los sudaneses, palestinos y saudíes (árabes en general, ha añadido, o sea, todos los egipcios!), y los Hermanos Musulmanes. Entiendo que sea más o menos factible detectar a alguien por su raza o nacionalidad, pero ¿por su tendencia política?. A. me ha dado la explicación más obvia, tocándose de forma elocuente la barbilla con la mano como si se acariciara una larga barba. No he podido dejar de pensar que, afortunadamente, los jóvenes bloggers islamistas se afeitan hoy en día.

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