Pero la historia viene de lejos. Basta hechar una ojeada al artículo que escribió Hossam Bahgat, director de la Iniciativa Egipcia para las Libertades Individuales, en el Daily Star en 2004. Eligió un título hilarante, "Arrestado por perjudicar la reputación del sistema de tráfico", en referencia a un caso judicial rocambolesco, que le sirve de arranque para abordar lo que llama "el monstruo de la reputación del país" fabricado por el régimen. "Lo único que hace falta para perjudicarlo (al monstruo) es criticar el sistema por las violaciones de derechos humanos, malprácticas políticas o, incluso, el caos del tráfico. Pero a pesar de ser tan fácil de perjudicar, este monstruo puede mandarte a prisión por un considerable periodo de tiempo", afirma. "No importa que de hecho se abuse de los derechos humanos en Egipto o que el país tenga uno de los índices más altos de mortalidad en la carretera. El régimen cree firmemente que es su responsabilidad impedir que los egipcios perjudiquen su propia reputación. Y su respuesta no es solucionar las violaciones de derechos humanos o mejorar el tráfico, sino silenciar al mensajero. Por eso a lo largo de los últimos tres años se ha incrementado la tendencia a sacrificar ciudadanos en el altar de morir por la reputación del país ".
Entre otros casos judiciales, Bahgat menciona el del sociólogo Saad Eddin Ibrahim (2000-2003), presidente del Ibn Khaldoum Center for Development Studies, que había denunciado fraude electoral. Pero hay muchos más y numerosos ejemplos de censura informativa invocando este principio, no siempre de contenido político: tráfico de órganos, abusos sexuales a menores, violencia contra las mujeres, mutilación genital femenina...
Por supuesto, la reputación de Egipto no depende de que se hagan públicos lo que son secretos a voces, y lo que se perjudica no es la imagen de los egipcios, sino de sus gobernantes, que tampoco parecen hacer mucho más por mejorarla. Como subrayan las organizaciones de derechos humanos, perjudica más a Egipto esconder e ignorar sus problemas y meter entre rejas a gente del calibre de Ibrahim, que admitir que existen y ponerles remedio. "Creo que los que están perjudicando la reputación de Egipto fueron los que me interrogaron a causa de mis opiniones personales, que debería poder expresar libremente y sin presiones", afirmó Karim Amer durante uno de sus interrogatorios.
La frase y la idea de que hay que proteger la imagen del país está ya tan manida, que ya forma parte del vocabulario de muchos ciudadanos y de policías. Tuve la ocasión de comprobarlo hace poco, de la manera más inesperada, mientras preparaba un reportaje sobre los niños que trabajan en las pirámides vendiendo souvenirs a los turistas. Las fuerzas de seguridad que custodian la explanada de Giza me hicieron la vida imposible y me impideron hablar y fotografiar a los chavales. "Estos niños son lo peor de esta sociedad. Son vagabundos y presentarlos en un libro perjudicará la imagen de Egipto. ¿Por qué no eliges niños de buena familía?", me espetó uno de los oficiales a cargo. Días después, un pariente de uno de los chiquillos con los que estaba trabajando cambió de opinión y me retiro el permiso para fotografiar al chico usando el mismo argumento. Extraño tratándose de su sobrino...
Sobre la caricatura, la he encontrado en un blog. Se titula "Arreglando los problemas egipcios"
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