domingo, 1 de abril de 2007

Torturas habituales (I)

Primero fue un email de un amigo egipcio. "Míralo, lo acabo de recibir", decía en una breve nota. Nos mandaba dos secuencias colgadas en Youtube. En ambas, sendos policías trataban con brutalidad a dos detenidos, pegándoles repetidamente collejas en la nuca. Se suponía que la grabación se había llevado a cabo con móviles dentro de comisarías egipcias y alguien, ¿quien?, ¿cómo las había obtenido?, las había colgado en Internet.

Eran imagénes chocantes, hasta brutales, pero no más de lo que uno se esperaría por parte de la policía egipcia. Entrevisté a Hafez Abu-Seada, secretario general de la Organización Egipcia de Derechos Humanos (EOHR), en abril del 2005, y ya lo dijo entonces: "La tortura es una práctica normal de la policía egipcia" La palabra que usó era "sistemática", más contundente, pero se cambió por "normal" en el título por cuestiones de espacio.

"Estamos hablando de personas normales, de casos muy insignificantes", explicó. "Hablo, por ejemplo, de robar cosas muy pequeñas. ¿Qué nos indica? Que la tortura es una práctica sistemática en las comisarías egipcias para obtener confesiones. Si ahora se hubiera cometido un delito en este edificio, ¿cuál sería la actuación de la policía? Vendría, nos arrestaría a todos y nos torturaría hasta que alguien confesara haberlo cometido". "¿Es esta la explicación? ¿Simplemente es fácil? ", pregunté atónita. "Sí, eso es lo que quiero decir", contestó. "Si dijésemos que se tortura a políticos..., quizá podríamos entender qué está pasando, pero el caso es que se tortura a cualquier persona por casos muy insignficantes. Y ¿por qué? Porqué así actúa la policía, es su metodología, es lo que hacen. Torturan sólo para obtener confesiones y una confesión tiene tanta fuerza como una prueba".

Meses después, los videos colgados en la red habían de darle la razón. Fueron saltando de blog en blog y de ahí a algunos periódicos y a la televisión... No fue tanto que revelaran algo nuevo, como que por primera vez los egipcios pudieron ver en directo algo que las organizacions de derechos humanos denunciaban casi rutinariamente. Las víctimas de los abusos no eran sospechosos de terrorismo o disidentes políticos, que también, como cabría esperar de una dictadura, sino ciudadanos ordinarios que un día habían tenido la fatalidad de cruzarse en el camino de policías. Como dijo alguien, los blogs consiguieron sacar a la luz y convertir en un escándalo en menos de un mes lo que las ONG habían estado trabajando durante años.

El video más perturbador y el que más escandalizó fue el de Imad el Kabir, el joven conductor de microbús que fue detenido y sodomizado en una comisaría del Cairo, quizá por la naturaleza sexual de las torturas de que fue víctima. Su caso se dio a conocer cuando el bloguer y periodista Wael Abbas colgó el video en su blog. No fue el primero en hacerlo, pero tuvo repercusiones porque Misrdigital es un blog conocido, que visitan mensualmente cerca de un millón de personas y que suelen utilizar los periodistas "convencionales" en búsqueda de noticias.
La vista contra los dos policías que Imad el Kabir identificó como sus torturadores se abrió el 2 de marzo en un juzgado del Cairo. Un nutrido grupo de periodistas, fotógrafos y televisiones árabes y egipcias se habían congregado para seguirlo, así como algunos abogados, familiares de Imad, representantes de ong y Amnistia Internacional y algunos ciudadanos curiosos. Entre ellos encontré a Noha, una estudiante egipcia de poco más de 20 años que acudió a seguir el proceso. Hecha un manojo de nervios, me contó que había sabido de las torturas a través de los blogs y que al principio no había podido dar crédito a lo que veía. Escribió a Wael Abbas, con el que al final trabaría una buena amistad. "¿Por qué has venido?", le pregunté, consciente de que estaba hasta cierto punto aterrorizada. "Quiero verle los ojos, simplemente eso, quiero verle los ojos", contestó con sencillez.

Miré a los ojos del principal acusado, el capitán Islam Nabih (en la foto), cuando apareció finalmente en la sala del tribunal. Iba acompañado de numerosos abogados, que más bien parecían guardaespaldas. La justicia le ahorró ir vestido con el chandal blanco que sí llevaban todas las personas juzgadas esa mañana, pero sí lo encerró como a todas ellas en la jaula de rejas en la que los procesados esperan turno y oyen su caso. Apareció en actitud desafiante, escondido tras unas gafas de sol. Más tarde se las quitó: tengo que preguntar a Noha qué descubrió en su mirada.

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